viernes, 4 de mayo de 2007

INICIACION-(Roberto Fontanarrosa)

Yo creo que a mi padre se le ocurrió ese día en que entró al baño y yo estaba bañándome. Dijo "permiso" y entró, sin esperar que yo contestara, cosa que siempre hacía y que a mí me jodía bastante. Pero él tenía esa costumbre de los clubes, de los vestuarios de los clubes. Le gustaba esa cosa muchachera de la falta de privacidad de los clubes y, en­tonces, lo mismo entraba. Yo creo que fue ese día porque me pegó una ojeada, empezó a buscar algo en el botiquín, por ahí me volvió a mirar, cerró el botiquín y se fue pre­guntándome si salía bien el agua de la ducha y sin esperar a que yo le contestara.
También es cierto que yo hacía poco que me había puesto los pantalones largos a instancias de mi viejo que le preguntó a mi vieja qué esperaba para comprármelos y le dijo que faltaba poco para que se me pasaran las bolas por debajo de los cortos. Además a mí me había agarrado una gripe fuerte y había pegado un estirón interesante. No diré que me había puesto alto porque nunca fui alto, pero para esos días había pegado un estirón considerable.
Al poco tiempo lo encontré a mi viejo hablando en voz baja con mi madre y eso me sorprendió porque mi viejo hablaba muy poco con mi madre. Era de esos matrimonios de antes que funcionaban con muy pocas palabras, con acuerdos tácitos, con miradas, con gestos. Por otra parte, se daba por descontado que el padre no tenía por qué contarle sus problemas a la esposa. Pero yo entré en la cocina no sé buscando qué cosa y ellos estaban hablando en voz baja y cuando me vieron dejaron de hablar o cam­biaron la conversación, no sé, algo que yo me di cuenta. Y me dio la impresión de que mi viejo quería convencerla a mi madre de algo y que a ella no le caía del todo bien el asunto. Después, esa tarde, mi madre, mientras planchaba, me miraba. Daba un par de pasadas con la plancha y me miraba, después volvía a planchar. Yo estaba estudiando química, me acuerdo —una materia que detestaba— y me hacía que no la veía, pero notaba que ella me estaba obser­vando.
Pasó un tiempo y no ocurrió nada. Digamos, todo esto que ahora yo cuento lo relacioné después, después que pasó todo. En ese momento, digamos, lo noté, pero no le di mayor importancia. Después até cabos, más adelante.
Muy bien; un día mi viejo aparece de tarde, y eso era raro en él, que casi siempre aparecía ya bien de noche, y me dice "vestite". Ahí fue, ahí fue cuando yo me di cuen­ta de que había algo raro. Cuando él me dijo "vestite" yo ya presentí que había algo raro.
"¿Adonde vamos?" le pregunto. "Al club" me dice. Me acuerdo que salimos juntos, caminamos esas tres cua­dras y llegamos al club. En el trayecto mi viejo no me habló una palabra, nada. Llegamos al club y mi viejo entra en el buffet. No había un alma. Mi viejo se movía en el club como en su casa, o mejor que en su casa porque se la pasaba más en el club que con nosotros. "¿Está Mendoza?" le pregunta a un tipo que aparece detrás del mostrador. "Sa­lió" le dicen. "Cagamos" dice mi viejo. "Pero vuelve" dice el tipo. "Lo esperamos, entonces" dijo mi viejo. "Acá, con el com­pañero, lo esperamos". Nos sentamos en una de las mesitas del salón. Mi viejo, después de hablar conmigo algunas pa­vadas, banalidades, las clásicas preguntas de cómo me iba en el colegio, esas cosas, me empieza a decir que todo llega en esta vida, que el tiempo pasa, que yo ya había dejado de ser un pibe, que estaba empezando a ser un hombre, que había algunas cosas que yo tenía que conocer, etc., etc., etc. Todo muy por encima, todo más amagado que concreto, pero era la primera vez que nos poníamos los dos, uno frente al otro, solos, en una mesa, a hablar de esos asuntos. O mejor dicho, hablaba él, yo lo escuchaba. De todos modos, era la primera vez. No fue muy larga la espera, sin embargo, porque enseguida llegó el Mendoza en cuestión. Era el bufetero del club; yo lo había visto un par de veces antes. Y se ve que ya habían conversado de la cosa porque mi viejo le dijo: "Acá está el hombre" señalándome y el tipo dijo: "¿Así que éste es el campeón?" y enseguida mi viejo se levantó, lo agarró del brazo y se lo llevó hasta el mostrador. Ahí estuvieron hablando unos minutos con gran familiaridad. Mi viejo le dio unos pesos que sacó de la billetera y después se acercó de nuevo hasta la mesa. "Te dejo con Mendoza" me dijo "es un amigo. Él se va a ocu­par de todo". "Andá tranquilo que todo va a salir bien" le dijo el otro a mi viejo desde atrás del mostrador mien­tras acomodaba unas facturas que se ve quería dejar arregladas antes de venirse conmigo. "Después te veo en casa" me dijo mi viejo, y se fue. Este Mendoza entró a lo que era la cocina del club y enseguida salió con un saco puesto, así nomás, sin corbata. Me acuerdo que agarramos el auto de él, un Plymouth viejo, todavía me acuerdo, y salimos. Ni sé para qué lado agarramos pero este Mendoza tampoco me dijo nada.
Llegamos a una casa, una casa grande, y bajamos. Mendoza entra y me hace esperar afuera. Al ratito sale y me dice: "Entrá". Yo entro, era un living amplio, bastante bien puesto, con unos sillones, esas mesitas con mantelitos de encajes y unas muñecas sobre las mesas, todo bastante rococó.
Y ahí había una mujer, alta, grandota, que debía ser bastante joven, andaría por los 35, por ahí, lo que pasa es que para mí, en ese entonces era casi una jovata, una vete­rana. La mujer tenía puesto una especie de salto de cama con muchos bordados y chinelas. No era fea, para nada. Te­nía un pelo muy negro me acuerdo y los ojos muy pintados. Me acuerdo también del perfume, un perfume dulzón, pene­trante. Mendoza y la mujer cuchichearon un momento, se rieron y enseguida Mendoza se fue hacia la puerta. "Te espero en el auto" me dijo, y me guiñó un ojo. "Vení, pasá, pasá", me dijo la mujer, apoyada en la puerta que da­ba al patio y que era parte de una mampara con un vitraux.
Entonces me acuerdo que pasamos a una pieza, a un dormitorio, donde había una estufa de esas altas a la que, en la parte de arriba, le habían puesto una ollita con hojitas de eucaliptus para secar el ambiente. No me podré olvidar nunca de ese olor. "Sentate" me dijo la mujer, y me señaló una silla; "yo ya vengo". Yo me quedé ahí, sen­tado en la punta de la silla, mirando todo, con las manos agarradas medio tapándome los puños de la camisa que me sobresalían por debajo del saco porque estaban medio despelusados y me daba vergüenza. Enseguida vuelve esta mujer del baño y se había sacado esa especie de batón, de salto de cama, que tenía. Tenía puesta una camisa blan­ca y una pollera, sencilla nomás. Se sentó en la cama y, mientras me miraba, dejó caer las chinelas y subió las pier­nas a la cama. Yo trataba de no mirarla mucho, pero ella me miraba permanentemente. Por ahí me dijo: "Tenés lindos ojos". Yo me quedé mudo y seguía tratando de no mirarla. "De veras''', repitió, "tenés ojos muy lindos". Después se hizo un silencio y yo noté que estaba transpi­rando. Yo, estaba transpirando. Era un silencio muy pesa­do y sólo se oía el tic tac de un reloj desde la otra pieza. Entonces ella se levantó y se acercó lentamente a mí. Se agachó enfrente mío y puso sus manos sobre las mías. Des­pués se levantó, sin soltarme las manos, y yo quedé casi obligado a mirar a los ojos. Entonces me dijo: "Hay cosas que un hombre tiene que saber". Y enseguida: "Los Reyes Magos son los padres".
Después, lo único que me acuerdo es que me fui de aquel lugar llorando.

POEMA 38 - Miguel Hernandez

Dicen que todo el barrio
Y yo digo que nadie.
Pero escuchando, ansiando,
oigo en su mismo centro
el alma de tus pasos,
y me parece un sueño
que, sobre el empedrado,
alza tu pie su intimo
sonido descansado

Miguel
Hernandez

CUENTO PARA TAHURES (Rodolfo Walsh)

Salió no más el 10 un 4 y un 6 cuando ya nadie lo creía. A mí qué me importaba, hacía rato que me habían dejado seco. Pero hubo un murmullo feo entre los jugadores acodados a la mesa del billar y los mirones que formaban rueda. Renato Flores palideció y se pasó el pañuelo a cuadros por la frente húmeda. Después juntó con pesado movimiento los billetes de la apuesta, los alisó uno a uno y, doblándolos en cuatro, a lo largo, los fue metiendo entre los dedos de la mano izquierda, donde quedaron como otra mano rugosa y sucia entrelazada perpendicularmente a la suya. Con estudiada lentitud puso los dados en el cubilete y empezó a sacudirlos. Un doble pliegue vertical le partía el entrecejo oscuro. Parecía barajar un problema que se le hacía cada vez más difícil. Por fin se encogió de hombros. Lo que quieran...dijo. Ya nadie se acordaba del tachito de la coima. Jiménez, el del negocio, presenciaba desde lejos sin animarse a recordarlo. Jesús Pereyra se levantó y echó sobre la mesa, sin contarlo, un montón de plata. La suerte es la suerte dijo con una lucecita asesina en la mirada. Habrá que irse a dormir. Yo soy hombre tranquilo; en cuanto oí aquello, gané el rincón más cercano a la puerta. Pero Flores bajó la vista y se hizo el desentendido. Hay que saber perder dijo Zúñiga sentenciosamente, poniendo un billetito de cinco en la mesa. Y añadió con retintín: Total, venimos a divertirnos. - ¡Siete pases seguidos! -comentó, admirado, uno de los de afuera. Flores lo midió de arriba abajo. ¡Vos, siempre rezando! dijo con desprecio. Después he tratado de recordar el lugar que ocupaba cada uno antes de que empezara el alboroto. Flores estaba lejos de la puerta, contra la pared del fondo. A la izquierda, por donde venía la ronda, tenía a Zúñiga. Al frente, separado de él por el ancho de la mesa del billar, estaba Pereyra. Cuando Pereyra se levantó dos o tres más hicieron lo mismo. Yo me figuré que sería por el interés del juego, pero después vi que Pereyra tenía la vista clavada en las manos de Flores. Los demás miraban el paño verde donde iban a caer los dados, pero él sólo miraba las manos de Flores. El montoncito de las apuestas fue creciendo: había billetes de todos tamaños y hasta algunas monedas que puso uno de los de afuera. Flores parecía vacilar. Por fin largó los dados. Pereyra no los miraba. Tenía siempre los ojos en las manos de Flores. -El cuatro -cantó alguno. En aquel momento, no sé por qué, recordé los pases que había echado Flores: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y ahora buscaba otra vez el 4. El sótano estaba lleno del humo de los cigarrillos. Flores le pidió a Jiménez que le trajera un café, y el otro se marchó rezongando. Zúñiga sonreía maliciosamente mirando la cara de rabia de Pereyra. Pegado a la pared, un borracho despertaba de tanto en tanto y decía con voz pastosa: ¡Voy diez a la contra! Después se volvía a quedar dormido. Los dados sonaban en el cubilete y rodaban sobre la mesa. Ocho pares de ojos rodaban tras ellos. Por fin alguien exclamó: ¡El cuatro! En aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo. Encima de la mesa había una lamparita eléctrica, con una pantalla verde. Yo no vi el brazo que la hizo añicos. El sótano quedó a oscuras. Después se oyó el balazo. Yo me hice chiquito en mi rincón y pensé para mis adentros: "Pobre Flores, era demasiada suerte". Sentí que algo venía rodando y me tocaba en la mano. Era un dado. Tanteando en la oscuridad, encontré el compañero. En medio del desbande, alguien se acordó de los tubos fluorescentes del techo. Pero cuando los encendieron, no era Flores el muerto. Renato Flores seguía parado con el cubilete en la mano, en la misma posición de antes. A su izquierda, doblado en su silla, Ismael Zúñiga tenía un balazo en el pecho. "Le erraron a Flores", pensé en el primer momento, "y le pegaron al otro. No hay nada que hacerle, esta noche está de suerte." Entre varios alzaron a Zúñiga y lo tendieron sobre tres sillas puestas en hilera. Jiménez (que había bajado con el café) no quiso que lo pusieran sobre la mesa de billar para que no le mancharan el paño. De todas maneras ya no había nada que hacer. Me acerqué a la mesa y vi que los dados marcaban el 7. Entre ellos había un revólver 48. Como quien no quiere la cosa, agarré para el lado de la puerta y subí despacio la escalera. Cuando salí a la calle había muchos curiosos y un milico que doblaba corriendo la esquina. Aquella misma noche me acordé de los dados, que llevaba en el bolsillo ¡lo que es ser distraído!, y me puse a jugar solo, por puro gusto. Estuve media hora sin sacar un 7. Los miré bien y vi que faltaban unos números y sobraban otros. Uno de los "chivos" tenia el 8, el 4 y el 5 repetidos en caras contrarias. El otro, el 5, el 6 y el 1. Con aquellos dados no se podía perder. No se podía perder en el primer tiro, porque no se podía formar el 2, el 3 y el 12, que en la primera mano son perdedores. Y no se podía perder en los demás porque no se podía sacar el 7, que es el número perdedor después de la primera mano. Recordé que Flores había echado siete pases seguidos, y casi todos con números difíciles: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y a lo último había sacado otra vez el 4. Ni una sola clavada. Ni una barraca. En cuarenta o cincuenta veces que habría tirado los dados no había sacado un solo 7, que es el número más salidor. Y, sin embargo, cuando yo me fui, los dados de la mesa formaban el 7, en vez del 4, que era el último número que había sacado. Todavía lo estoy viendo, clarito: un 6 y un 1. Al día siguiente extravié los dados y me establecí en otro barrio. Si me buscaron, no sé; por un tiempo no supe nada más del asunto. Una tarde me enteré por los diarios que Pereyra había confesado. Al parecer, se había dado cuenta de que Flores hacía trampa. Pereyra iba perdiendo mucho, porque acostumbraba jugar fuerte, y todo el mundo sabía que era mal perdedor. En aquella racha de Flores se le habían ido más de tres mil pesos. Apagó la luz de un manotazo. En la oscuridad erró el tiro, y en vez de matar a Flores mató a Zúñiga. Eso era lo que yo también había pensado en el primer momento. Pero después tuvieron que soltarlo. Le dijo al juez que lo habían hecho confesar a la fuerza. Quedaban muchos puntos oscuros. Es fácil errar un tiro en la oscuridad, pero Flores estaba frente a él, mientras que Zúñiga estaba a un costado, y la distancia no habrá sido mayor de un metro. Un detalle lo favoreció: los vidrios rotos de la lamparita eléctrica del sótano estaban detrás de él. Si hubiera sido él quien dio el manotazo, dijeron, los vidrios habrían caído del otro lado de la mesa de billar, donde estaban Flores y Zúñiga. El asunto quedó sin aclarar. Nadie vio al que pegó el manotazo a la lámpara, porque estaban todos inclinados sobre los dados. Y si alguien lo vio, no dijo nada. Yo, que podía haberlo visto, en aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo, que no llegué a encender. No se encontraron huellas en el revólver, ni se pudo averiguar quién era el dueño. Cualquiera de los que estaban alrededor de la mesa, y eran ocho o nueve, pudo pegarle el tiro a Zúñiga. Yo no sé quién habrá sido el que lo mató. Quien más quien menos tenía alguna cuenta que cobrarle. Pero si yo quisiera jugarle sucio a alguien en una mesa de pase inglés, me sentaría a su izquierda, y al perder yo, cambiaría los dados legítimos por un par de aquellos que encontré en el suelo, los metería en el cubilete y se los pasaría al candidato. El hombre ganaría una vez y se pondría contento. Ganaría dos veces, tres veces... y seguiría ganando. Por difícil que fuera el número que sacara de entrada, lo repetiría siempre antes de que saliera el 7. Si lo dejaran, ganaría toda la noche, porque con esos dados no se puede perder. Claro que yo no esperaría a ver el resultado. Me iría a dormir, y al día siguiente me enteraría por los diarios. ¡Vaya usted a echar diez o quince pases en semejante compañía! Es bueno tener un poco de suerte; tener demasiada no conviene, y ayudar a la suerte es peligroso. . . Sí, yo creo que fue Flores no más el que lo mató a Zúñiga. Y en cierto modo lo mató en defensa propia. Lo mató para que Pereyra o cualquiera de los otros no lo mataran a él. Zúñiga por algún antiguo rencor, tal vez le había puesto los dados falsos en el cubilete, lo había condenado a ganar toda la noche, a hacer trampa sin saberlo, lo había condenado a que lo mataran, o a dar una explicación humillante en la que nadie creería. Flores tardó en darse cuenta; al principio creyó que era pura suerte; después se intranquilizó; y cuando comprendió la treta de Zúñiga, cuando vio que Pereyra se paraba y no le quitaba la vista de las manos, para ver si volvía a cambiar los dados, comprendió que no le quedaba más que un camino. Para sacarse a Jiménez de encima, le pidió que le trajera un café. Esperó el momento. El momento era cuando volviera a salir el 4, como fatalmente tenía que salir, y cuando todos se inclinaran instintivamente sobre los dados. Entonces rompió la bombita eléctrica con un golpe del cubilete, sacó el revólver con aquel pañuelo a cuadros y le pegó el tiro a Zúñiga. Dejó el revólver en la mesa, recobró los "chivos" y los tiró al suelo. No había tiempo para más. No le convenía que se comprobara que había estado haciendo trampa, aunque fuera sin saberlo. Después metió la mano en el bolsillo de Zúñiga, le buscó los dados legítimos, que el otro había sacado del cubilete, y cuando ya empezaban a parpadear los tubos fluorescentes, los tiró sobre la mesa. Y esta vez sí echó clavada, un 7 grande como una casa, que es el número más salidor...


Rodolfo Walsh

DEFINICIONES UTILES PARA LA VIDA

VERGÜENZA ES ROBAR Y NO LLEVAR NADA A CASA

PALABRA RETRO DEL DIA

TARAMBANA

LETRAS- Acero y Cristal-(John Lennon)

(esta es la historia sobre tu amigo y yo
Quien es él, quien es él, quien es él?)
Alli están ustedes parados con su L.A. tan
Con su caminar de New York, su charla de New York
Tu madre te dejó cuando eras chico
Pero vos no deseas haber nacido como todos
Acero y cristal
Acero y cristal
Acero y cristal
Tu teléfono no suena nadie contesta tus llamadas
Como se siente no estar fuera de la pared
Bueno, salen los graznidos de tu boca mientras él separa tus mentiras
Pero vos no podés tocar las cuerdas si tus manos están atadas
Bueno tus dientes están limpios pero tu mente esta encapsulada
Vos dejas tu olor como un gato callejero
Acero y cristal
Acero y cristal
Acero y cristal

John Lennon

HOY HACE 25 AÑOS

Hoy hace 25 años moría un pibe en malvinas bajo el fuego británico, hoy hace 25 años el frio alli era insoportable y como siempre llovía, hoy hace 25 años algunos ya dudaban de los partes de la prensa oficial, algunos escuchabamos la bbc en onda corta a la madrugada, si como describió Charly Garcia aquella vez, tambien habia preocupacion, hoy hace 25 años por el futuro de la selección(cuando no) en el mundial de España, el primero de Maradona.
Hoy hace 25 años, era un dia cualquiera era 4 de mayo, estabamos en guerra, estabamos por jugarnos el orgullo patrio en una cancha, no había debate, era todo lo mismo, se gritaba igual un gol de Ramón Diaz que un misil a un acorozado inglés, asi transcurria ese 4 de mayo, día sin bandera , sin escarapela, efemeride de nada, salvo para ese pibe que murió, esa familia que perdió a su hijo y le dijeron que fue por la patria, mientras la patria miraba televisión, la telenovela o el partido y se aseguraba que no faltara gas para bañarse calentita,
Hoy hace 25 años el amigo lo vio caer despedazado , que era amigo desde la colimba, que lo mas seguro en la vida no hubieran sido nunca amigos, pero la angustia , la humillacion del servicio militar los hizo hermanos, asi llegaron a malvinas, asi lo mataron, como a otros amigos y compañeros, hoy hace 25 años empezó a contar los suicidios de los que no aguantaron mas, porque de eso se trató despues, de aguantar, aguantar las esquirlas en la habitación, el silencio en la calle y la mirada asustada del resto que , obviamente , lo imaginaba loco despues de la guerra.
Con el tiempo conoció a quien es hoy su mujer, tuvo esos pibes que nunca lo miraron raro y para quienes la guerra era un hecho en las revistas cada 2 de abril, pero la guerra tambien eran los pasos en la sombra de papá , la pelea interminable contra la soledad y cuando fueron grandes la necesidad de cuidarlo, mimarlo sin nombrar batallas.
Hoy hace 25 años murió un pibe en malvinas, hoy 25 años después ese amigo que lo vió caer recibió un agradecimiento de su hijo mayor-Gracias papá por no suicidarte, por aguantar-.

Pali Cagnotti

LA FIACA (según Roberto Arlt)

Ensalzaré con esmero al benemérito "fiacún".Yo, cronista meditabundo y aburrido, dedicaré todas mis energías a hacer el elogio del "fiacún", a establecer el origen de la "fiaca", y a dejar determinados de modo matemático y preciso los alcances del término. Los futuros académicos argentinos me lo agradecerán, y yo habré tenido el placer de haberme muerto sabiendo que trescientos setenta y un años después me levantarán una estatua.No hay porteño, desde la Boca a Núñez, y desde Núñez a Corrales, que no haya dicho alguna vez:-¡Hoy estoy con "fiaca"!.De ello deducirán seguramente mis asiduos y entusiastas lectores que la "fiaca" expresa la intención de "tirarse a muerto", pero ello es un grave error.Confundir la "fiaca" con el acto de tirarse a muerto es lo mismo que confundir un asno con una cebra o un burro con un caballo.Exactamente lo mismo.Y sin embargo a primera vista parece que no. Pero es así. Sí, señores, es así. Y lo probaré amplia y rotundamente, de tal modo que no quedará duda alguna respecto a mis profundos conocimientos de filología lunfarda.Y no quedarán, porque esta palabra es auténticamente genovesa, es decir, una expresión corriente en el dialecto de la ciudad que tanto detestó el señor Dante Alighieri.La "fiaca" en el dialecto genovés expresa esto: "Desgarro físico originado por la falta de alimentación momentánea". Deseo de no hacer nada. Languidez. Sopor. Ganas de acostarse en una hamaca paraguaya durante un siglo. Deseos de dormir como los durmientes de Efeso durante ciento y pico de años.Sí, todas estas tentaciones son las que expresa la palabra mencionada. Y algunas más. Comunicábame un distinguido erudito en estas materias, que los genoveses de la Boca cuando observaban que un párvulo bostezaba, decían: "Tiene la "fiaca" encima, tiene". Y de inmediato le recomendaban que comiera, que se alimentara.En la actualidad el gremio de almaceneros está compuesto en su mayoría por comerciantes ibéricos, pero hace quince y veinte años, la profesión del almacenero en Corrales, la Boca, Barracas, era desempeñada por italianos y casi todos ellos oriundos de Génova. En los mercados se observaba el mismo fenómeno. Todos los puesteros, carniceros, verduleros y otros mercaderes provenían de la "bella Italia" y sus dependientes eran muchachos argentinos, pero hijos de italianos. Y el término trascendió. Cruzó la tierra nativa, es decir, la Boca, y fue desparramándose con los repartos por todos los barrios. Lo mismo sucedió con la palabra "manyar" que es la derivación de la perfectamente italiana "mangiar la follia", o sea "darse cuenta".Curioso es el fenómeno, pero auténtico. Tan auténtico que más tarde prosperó este otro término que vale un Perú, y es el siguiente: "Hacer el rostro".¿A qué no se imaginan ustedes lo que quiere decir "hacer el rostro"? Pues hacer el rostro, en genovés, expresa preparar la salsa con que se condimentarán los tallarines. Nuestros ladrones la han adoptado, y la aplican cuando después de cometer un robo hablan de algo que quedó afuera de la venta por sus condiciones inmejorables. Eso, lo que no pueden vender o utilizar momentáneamente, se llama el "rostro", es decir, la salsa, que equivale a manifestar: lo mejor para después, para cuando haya pasado el peligro.Volvamos con esmero al benemérito "fiacún".Establecido el valor del término, pasaremos a estudiar el sujeto a quien se aplica. Ustedes recordarán haber visto, y sobre todo cuando eran muchachos, a esos robustos ganapanes de quince años, de dos metros de altura, cara colorada como una manzana reineta, pantalones que dejaban descubierta una media tricolor, y medio zonzos y brutos.Esos muchachos era los que en todo juego intervenían para amargar la fiesta, hasta que un "chico", algún pibe bravo, los sopapeaba de lo lindo eliminándolos de la función. Bueno, estos grandotes que no hacían nada, que siempre cruzaban la calle mordiendo un pan y con gesto huído, estos "largos" que se pasaban la mañana sentados en una esquina o en el umbral del despacho de bebidas de un almacén, fueron los primitivos "fiacunes". A ellos se aplicó con singular acierto el término.Pero la fuerza de la costumbre lo hizo correr, y en pocos años el "fiacún" dejó de ser el muchacho grandote que termina por trabajar de carrero, para entrar como calificativo de la situación de todo individuo que se siente con pereza.Y, hoy, el "fiacún" es el hombre que momentáneamente no tiene ganas de trabajar. La palabra no encuadra una actitud definitiva como la de "squenún", sino que tiene una proyección transitoria, y relacionada con este otro acto. En toda oficina pública y privada, donde hay gente respetuosa de nuestro idioma y un empleado ve que su compañero bosteza, inmediatamente le pregunta:-¿Estás con "fiaca"?Aclaración. No debe confundirse este término con el de "tirarse a muerto", pues tirarse a muerto supone premeditación de no hacer algo, mientras que la "fiaca" excluye toda premeditación, elemento constituyente de la alevosía según los juristas. De modo que el "fiacún" al negarse a trabajar no obra con premeditación, sino instintivamente, lo cual lo hace digno de todo respeto.

Roberto Arlt

LETRAS - UN DIA PERFECTO(Lou Reed)

Solo un día perfecto
tomar sangría en el parque
y entonces más tarde,cuando oscurece
vamos a casa.
Sólo un día perfecto
darle de comer a los animales en el zoológico
más tarde,una película también,
y después a casa.
Oh,es un día perfecto
estoy feliz de pasarlo con vos
oh ,que día perfecto
me mantenés encendido
me mantenés encendido
sólo un día perfecto,
todos los problemas quedaron atrás,
nos gustan los fines de semana
es divertido
un día perfecto,
hiciste que me olvide de mí
pensé que era alguien más,
alguien bueno
oh es un día perfecto
me mantenés encendido
me mantenés encendido
vas a cosechar lo que sembrás...



Lou Reed

DEFINICIONES UTILES PARA LA VIDA

NO HAY NADA PEOR QUE UN BRUTO CON INQUIETUDES

PALABRA RETRO DEL DIA

MAMOTRETO

jueves, 3 de mayo de 2007

EL VIAJE (poema)

Hay espejos en todas partes
dificil abstraerse de ellos,
la imágen se desfigura a cada paso
y no encuentro una que me plazca.
El cuarto esta vacío,
se escucha jazz suavemente,
ella entra sin explicaciones
se sitúa en el centro de la escena,
dice que los corazones son amargos,
pienso si esto será cierto
y no deduzco la razón de la frase,
solo espero que me abrace, digamos juntos un verso
o escapemos a la playa,
el mar será nuestra guarida en su fresco amanecer,
sus misterios blancos,
llenos de botellas y mensajes que nunca llegaran a destino.
Y ella dice que los corazones son amargos
tal vez algo de razon tiene.
Se niega a seguir el camino,
detiene su marcha y me despide,
siento la ausencia de su mirada
y contengo la ira por su decisión.
Esta claro debo seguir,
eludir los espejos y bucear en otros cuartos,
será asi que quizás la encuentre,
renovemos los sentidos
y volvamos a emprender el viaje


Pablo Norberto Castro (del libro El Umbral de las Sombras)

EL DELIRANTE ( HOY Los Bondis)

Che hace un tiempo que veo que los bondis tardan cada vez mas, obvio vienen mas llenos, encima los pibes que manejan siempre andan con zapatos nuevos, digo por como frenan, de golpe todos pa adelante y ahi arrancan sin mas trámites todos pa atrás otra vez, todos juntos pegaditos en bloque, cuando hace frío se banca un poquito, pero con el calor te la regalo, aunque a veces la mano se posa en alguna beldad, mi suerte no es la mejor, mi mano siempre esta comprometida con lo peor del pasaje.
Todo esto que uno no quiere llegar tarde al laburo porque lo caga a pedo el jefe, no quiere llegar tarde a la cita porque lo caga a pedo la novia o minita a transar y demases, pero llegas tarde y te cagan a pedo siempre, te cagan a pedo!
Esto se lo comenté al que escribió la nota a anterior, si a Pali, y el tipo me dice que estan trabajando para crear descontento social, para influir en las elecciones, es decir, si entendí bien, te mandan menos bondis, choferes nuevos para que esten todos calientes y voten al reves, ¿al revés de quien? le pregunté , y se fue, puso cara de orto y se fue.
Ahi pensé hagamos un boicot, una vez vi una película donde los negros en un pueblo yanqui iban caminando porque los segregaban, asi un tiempo largo y los dueños de los buses tuvieron que aflojar porque se morían de angustia(de hambre no creo).Digo y si hacemos eso, vamos todos caminando, le dejamos los bondis a los jubilados a los discapacitadosy embarazadas, despues todos a gamba, tiene sus beneficios, escuchá:Primero le hacemos un bien a la salud, no dicen que caminar hace bien, bue, ahi esta caminamos, pero imaginate con el tiempo vas conociendo a los que caminan con vos que a diferencia del bondi vos los ves salir de la casa, entonces si un dia no lo ves tocas la puerta, capaz se quedó dormido o esta enfermito, los saludas re buena onda y avisás al laburo con tiempo y de amigo, te vas haciendo amigos y porque no?te gustó una piba de cinco cuadras mas adelante, capaz no te da bola, tenés todos los días para laburar!!! amistad, romance, compañerismo, salud y ahorramos guita y disgusto.
Esta buena la idea, vas a ver que nos ponen mas bondis y le enseñan a manejar a los pibes, ya esta Hagamos Esta!!! le voy a decir a Pali, que seguro me va sacar corriendo tal es su costumbre,
chau ta luego.


Sebastian V.

LA VERGÜENZA

Dentro de unos días nomás se cumpliran cinco años del asesinato de Andrea Viera, a manos de cinco policías, que la confundieron con una "delincuente" creyendo acertado matar a alguien por ser "delincuente", esa misma creencia que llevó a los jueces a determinar la falta de mérito de cuatro de ellos y dejarlos absueltos, porque como se confundieron no?.
El hecho es que Andrea estaba descansando con su esposo, y estos tipos la levantaron y la golpearon y torturaron hasta matarla, obvio Andrea no era mas que una futura mama que descansaba en un cordon, en una vereda de Florencio Varela, como se sabe estos muchachos no preguntan, son dueños de las vidas, mas si son morochos y encima pobres.
Lo que me indigna a mi es la ausencia no solo de Andrea, sino de la conciencia colectiva, el dia del veredicto (les recuerdo 4 absueltos y la otra perpetua, pero en casa porque tiene problemas cardíacos que parece no tenia cunado torturaba a Andrea) claro es cierto, la familia de Andrea, no era de plata, ni habia empresarios ni era posible la logística de una gran marcha en reclamo por justicia, porque a la prensa convencional no le interesa si no hay rating, publicidad, y justo el veredicto el dia de la final del mundial de futbol de alemania. Aun recuerdo las caras de Maria Laura y Santo, los grandes paladines, apurando a la hermana de Andrea para poder pasar el cabezazo de zidane.
En fin hace unos días mataron al testigo de la causa, el que vio y escuchó todo, listo mas mérito para la injusticia, menos mérito para los asesinos, ahi Clarin se acordó del caso, pero claro ahi nomás en la ultima hoja, tal como la información sobre la justicia, es así la prensa independiente que depende de la necesidad autocratica de sus dueños, esta claro Blumberg(y que me perdone Axel que su crimen fue atroz como cualquier crimen) tiene mas prensa, tiene guita, puede bancar una manifestacion , ergo, le damos espacio, el que necesite caballero.
Usted que lee estará de acuerdo que el crimen de Andrea fue una salvajada asquerosa y repugnante, que todos tienen que estar presos hasta que se despidan del mundo, bueno eso no pasa y son pocos los que levantan la voz, olvidese de la prensa estan preocupados por Di Zeo o en otros casos por gran hermano Por favor hagamos algo ya!!!
Párrafo aparte la Iglesia, se sabe que ellos afirman que la vida humana es vida desde su concepción, pues bien Andrea estaba embarazada, es decir, segun esta concepción mataron a dos personas atrozmente, asi y todo no escuche la homilía de ningún obispo en la Catedral, reclamando justicia por estas muertes, claro estaban viendo si era un feto o era vida humana, o tal vez estaban haciendo cuentas para pedir aumento para sus colegios privados.
Esto le cabe a todas la religiones ya que no escuche a ninguna hacerse eco , pedir justicia, claro estaban peleando, paradojicamente, a ver quien la tiene mas grande.
En si basta de vergüenza, JUSTICA PARA ANDREA PARA SU HIJO Y SU FAMILIA(ya se la democracia y la justicia es para los que pueden pagar por ellas)


Pali Cagnotti