viernes, 11 de mayo de 2007

LETRA - La Montonera (Joan Manuel Serrat)

Con esas manos de quererte tanto
pintaba en las paredes 'Luche y Vuelve'
manchando de esperanzas y de cantos
las veredas de aquel 69...
Con esas manos de enjugar sudores,
con esas manos de parir ternura,
con esas manos,que volvieron la fe en la nueva primavera,
bordaba la esperanza montonera.
Con esas manos que pintabanla historia de celeste y blanco,
con esas manos de quererte tanto...
Cómo quiere usted que no andede acá pa' allá
cargando la primavera,
cayéndose y volviéndose a levantarla montonera.
Qué buen vasallo sería
si buen señor tuviera.
Y cómo quiere usted que no andede acá pa' allá
luchando la primavera,
cayéndose y volviéndose a levantar
la montonera.
Qué buen vasallo sería
si buen señor tuviera.

Joan Manuel Serrat

jueves, 10 de mayo de 2007

PALABRA RETRO DEL DIA

SOCOTROCO

19 DE DICIEMBRE DE 1971(Roberto Fontanarrosa)


Sí, yo sé que ahora hay quienes dicen que fuimos unos hi­jos de puta por lo que hicimos con el viejo Casale, yo sé. Nunca falta gente así. Pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Pero había que estar esos días en Rosario para enten­der el fato, mi viejo, que hablar al pedo ahora habla cual­quiera.
Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario en esos días anteriores al partido. ¡Y qué te digo "esos días"! ¡Desde semanas antes ya se venía hablando del partido y la ciudad era una caldera, porque eso era lo que era la ciudad! Claro, los que ahora hablan son esos turros que después vos los veías por la calle gritando y saltando como unos desgraciados, festejando en pedo a los gritos y después aho­ra te salen con que son... ¿qué son?... moralistas... ¿De qué se la tiran, hijos de mil putas? Ahora son todos piolas, es muy fácil hablar. Pero si vos vieras lo que era la ciudad en esos días, hermano, prendías un fósforo y volaba todo a la mierda. No se hablaba de otra cosa en los boliches, en la calle, en cualquier parte. Saltaban chispas, te aseguro. Y la cosa arrancó con el fato de las cábalas. O mejor dicho, de los maleficios.
Hay que entender que no era un partido cualquiera, hermano, era una final final. Porque si bien era una semifinal, el que ganaba después venía a jugar a Rosario y le rompía el culo a cualquiera. Fuera Central como Ñul, acá le hacía la fiesta a cualquiera. ¡Y cómo estaban los lepra! ¡Eso, eso tendrían que acordarse ahora los que hablan al reverendo pedo y nos vienen a romper las pelotas con el asunto del viejo Casale! ¿No se acuerdan esos turros cómo estaban los lepra? ¿No se acuerdan ahora, mi viejo? Había que aguantarlos porque se corrían una fija, pero una fija se corrían, hermano, que hasta creo que se pensaban que nos iban a llenar la canasta. No que sólo nos iban a hacer la co­lita sino que además nos iban a meter cinco, en el Monu­mental y para la televisión. ¡Pero por qué no se van a la concha de su madre! ¡Qué mierda nos van a hacer cinco esos culosroto! ¡Así se la comieron doblada! ¡Qué pija que tienen desde ese día y no se la pueden sacar!
Pero la verdad, la verdad, hermano, con una mano en el corazón, que tenían un equipazo, pero un equipazo, de padre y señor mío.
Hay que reconocerlo. Porque jugaban que daba gusto, el buen toque y te abrochaban bien abrochado. Estaba Zanabria, el Marito Zanabria; el Mono Obberti ¡Dios que­rido, el Mono Obberti, qué jugador! Silva el que era de Lanús, el albañil. ¡Montes! Montes de cinco; Santamaría, el Cucurucho Santamaría, qué sé yo, era un equipazo, un equipazo hay que reconocer, y la lepra se corría una fija. ¿Sabés cuántos había en la ruta a Buenos Aires, el día del partido? Yo no sé, eran miles, millones, yo no sé de dónde habían salido tantos leprosos. Si son cuatro locos y de gol­pe, para ese partido, aparecieron como hormigas los des­graciados. Todos fueron. ¡Lo que era esa ruta, papito que­rido! Entonces, oíme, había que recurrir a cualquier cosa. Hay partidos que no podés perder, tenés que ganar o ganar. No hay tutía. Entonces si a mí me decían que tenía que matar a mi vieja, que había que hacer cagar al presidente Kennedy, me daba lo mismo, hermano. Hay partidos que no se pueden perder. ¿Y qué? ¿Te vas a dejar basurear por estos soretes para que te refrieguen después la bandera por la jeta toda la vida? No, mi viejo. Entonces, ahí, hay que recurrir a cualquier cosa. Es como cuando tenés un pa­riente enfermo ¿viste? tu vieja, por ejemplo, que por ahí sos capaz hasta de ir a la iglesia ¿viste? Y te digo, yo esa vez no fui a la iglesia, no fui a la iglesia porque te juro que no se me ocurrió, mirá vos, que si no... te aseguro que me confesaba y todo si servía para algo. Pero con los mucha­chos enganchamos con la cuestión de las brujerías, de la ruda macho, de enterrar un sapo detrás del arco de Fenoy, de tirar sal en la puerta de los jugadores de Ñubel y de to­das esas cosas que siempre se habla. Por supuesto que to­das las brujas del barrio ya estaban laburando en la cosa y había muñecos con camiseta de Ñubel clavados con alfileres, maldiciones pedidas por teléfono y hasta mi vieja que no manya mucho del asunto tenía un pañuelo atado des­de hacía como diez días, de ésos de "Pilato, Pilato, si no gana Central en River no te desato". Después la vieja de­cía que habíamos ganado por ella, pobre vieja, si hubiera sabido lo del viejo Casale, pero yo le decía que sí para no desilusionarla a la vieja.
Pero todo el fato de la ruda macho y el sapo de atrás del arco eran, qué sé yo, cosas muy generales, ya había tipos que lo estaban haciendo y además, el partido era en el Monumental y no te vas a meter en la pista olímpica a enterrar un sapo porque vas en cana con treinta cadenas y no te saca ni Dios después, hermano. Entonces, me acuer­do que empezamos con la cosa de las cábalas personales. Porque me acuerdo que estábamos en el boliche de Pedro y veníamos hablando de eso. Entonces, por ejemplo, re­solvimos que a Buenos Aires íbamos a ir en el auto del Dani porque era el auto con el que habíamos ido una vez a La Plata en un partido contra Estudiantes y que había­mos ganado dos a cero. Yo iba a llevar, por supuesto, el gorrito que venía llevando a la cancha todos los últimos partidos y no me había fallado nunca el gorrito. A ése lo iba a llevar, era un gorrito milagroso ése. El Coqui iba a ir con el reloj cambiado de lugar, o sea en la muñeca dere­cha y no en la izquierda, porque en un partido contra no sé quién se lo había cambiado en el medio tiempo porque íbamos perdiendo y con eso empatamos. O sea, todo el mundo repasó todas las cábalas posibles como para ir bien de bien y no dejar ningún detalle suelto. Te digo más, es­tuvimos como media hora discutiendo cómo mierda está­bamos parados en la tribuna en el partido contra Atlanta para pararnos de la misma manera en el partido contra la lepra. El boludo de Michi decía que él había estado detrás del Valija y el Miguelito porfiaba que el que había estado detrás del Valija era él. Mirá vos, hasta eso estudiamos an­tes del partido, para que veas cómo venía la mano en esos días. ¿Y sabés qué te lleva a eso, hermano, sabés qué te lleva a eso? El cagazo, hermano, el cagazo, el cagazo te lleva a hacer cualquier cosa, como lo que hicimos con el viejo Casale.
Porque si llegábamos a perder, mamita querida, nos te­níamos que ir de la ciudad, mi viejo, nos teníamos que re­fugiar en el extranjero, te juro, no podíamos volver nunca más acá. Íbamos a parecer esos refugiados camboyanos que se tomaron el piro en una balsa. Te juro que si perdíamos nosotros agarrábamos el "Ciudad de Rosario" y por acá, por el Paraná, nos teníamos que ir todos, millones de ca­nallas, no sé, a Diamante, a Perú, a Cuzco, a la concha de su madre, pero acá no se iba a poder vivir nunca más con la cargada de los leprosos putos, mi viejo. Ya el Miguelito ha­bía dicho bien claro que él se la daba, que si perdíamos agarraba un bufo y se volaba la sabiola y te digo que el Mi­guelito es capaz de eso y mucho más porque es loco el Miguelito, así que había que creerle. O hacerse puto, no sé quién había comentado la posibilidad de hacerse trolo y a otra cosa mariposa, darle a las plumas y salir vestido de loca por Pellegrini y no volver nunca más a la casa. Pero, te digo, nadie quería ni siquiera sentir hablar de esa posibi­lidad. Ni se nombraba la palabra "derrota".
Era como cuando se habla del cáncer, hermano. Vos ves que por ahí te dicen "la papa", o "tiene otra cosa", "algo malo", pero el cangrejo, mi viejo, no te lo nombra nadie. Y ahí fue cuando sale a relucir lo del viejo Casale.
El viejo Casale era el viejo del Cabezón Casale, un pibe que siempre venía al boliche y que durante años vino a la cancha con nosotros pero que ya para ese entonces se ha­bía ido a vivir al norte, a Salta creo, lo vi hace poco por acá, que estaba de paso. Y ahí fue que nos acordamos de que un día, en la casa del Cabezón, el viejo había dicho que él nunca, pero nunca, lo había visto perder a Central contra Ñul. Me acuerdo que nos había impresionado por­que ese tipo era un privilegiado del destino. Aunque al principio vos te preguntás, "¿Cómo carajo hizo este tipo para no verlo perder nunca a Central contra Ñul? ¿Qué mierda hizo? Este coso no va nunca a la cancha". Porque, oíme alguna vez lo tuviste que ver perder, a menos que no vayas a los clásicos. Y ojo que yo conozco muchos así, que se borran bien borrados de los clásicos. O que van en Arroyito, pero que a la cancha del Parque no van en la pu­ta vida. Y me acuerdo que le preguntamos eso al viejo y el viejo nos dijo que no, y nos explicó. Él iba siempre, un fana de Central que ni te cuento, pero se había dado, qué sé yo, una serie de casualidades que hicieron que en un montón de partidos con Ñul él no pudiera ir por un montón de causas que ni me acuerdo. Que estaba de viaje por Misiones —el viejo era comisionista—; que ese día se había torcido un tobillo y no podía caminar, que estaba engripado, que le dolía un huevo, qué sé yo, en fin, la verdad, hermano, que el viejo la posta posta era que nunca le había tocado ver un partido en que la lepra nos hubiera roto el orto. Era un privilegiado el viejo y además, un talismán, querido, porque así como hay tipos mufa que te hacen per­der partidos adonde vayan, hay otros que si vos los llevás es número puesto que tu equipo gana. No es joda. Y el vie­jo Casale era uno de éstos, de los ojetudos.
Entonces ahí nos dijimos "Este viejo tiene que estar en el Monumental contra Ñubel. No puede ser de otra forma. Tiene que estar".
Claro, dijimos, seguro que va a estar, si es fana de Cen­tral, canalla a muerte. Pero nos agarró como la duda ¿vis­te? porque nosotros no era que lo veíamos todos los días al viejo, te digo más, desde que el Cabezón se había ido al norte a laburar, al viejo de él no lo habíamos vuelto a ver ni en la cancha, ni en la calle ni en ninguna parte. Además, el viejo ya estaba bastante veterano porque debía tener co­mo ochenta pirulos por ese entonces. Bah, en realidad ochenta no, pero sus sesenta, sesenta y cinco años los tenía por debajo de las patas.
Entonces, con el Valija, el Colorado y el Miguelito de­cimos "vamos a la casa del viejo a asegurarnos que va y si no va lo llevamos atado". Porque también podía ser que el viejo no fuera porque no tuviera guita, qué sé yo. Nosotros ya habíamos pensado en hacer una rifa a beneficio, una kermesse, cualquier cosa. El viejo tenía que ir, era una ban­dera, un cheque al portador.
La cuestión es que vamos a la casa y... ¿a qué no sabés con lo que nos sale el viejo? Que andaba mal del bobo y que el médico le había prohibido terminantemente ir a la cancha, mirá vos. Nos sale con eso. Que no. Que había te­nido un infarto en no sé qué partido, en un partido de mierda después que una pelota pegó en un palo, que había estado muerto como media hora y lo habían salvado entre los indios con respiración artificial y masajes en el cuore, que no había clavado la guampa de puro pedo y que le ha­bía quedado tal cagazo que no había vuelto a ir a la can­cha desde hacía ya, mirá lo que te digo, dos años.
¡Hacía dos años que no iba a la cancha el viejo ese! Y no era sólo que él no quería ir sino que el médico y, por supuesto, la familia, le tenían terminantemente prohibido ir, lógicamente. No sé si no le prohibían incluso escuchar los partidos por radio, no sé si no se lo prohibían, para que no le pateara el bobo, porque parece que el viejo escuchaba un pedo demasiado fuerte y se moría, tan jodido andaba. Vos le hacías ¡Uh! en la cara y el viejo partía. ¡Para qué! Te imaginás nosotros, la desesperación, porque eso era co­mo un presagio, un anuncio del infierno, hermano, era un preanuncio de que nos iban a hacer cagar en Buenos Aires, mi viejo. Entonces empezamos a tratar de hacerle la cro­queta al viejo, a convencerlo, a decirle "Pero mire, don Ca­sale, usted tiene que estar, es una cita de honor. ¡Qué va a estar mal usted del cuore, si se lo ve cero kilómetro! Va­mos, don Casale —me acuerdo que lo jodia Miguelito— ¿cuántos polvos se echa por día? usted está hecho un to­ro". Pero el viejo, ni mierda, en la suya. Que no y que no.
Le decíamos que el partido iba a ser una joda, que Ñubel tenía un equipo de mierda y que ya a los quince minu­tos íbamos a estar tres a cero arriba, que el partido era una mera formalidad, que el gobierno ya había decidido que tenía que ganar Central para hacer feliz a mayor cantidad de gente. No sé, no sé la cantidad de boludeces que le diji­mos al viejo para convencerlo. Pero el viejo nada, una pie­dra el hijo de puta. Para colmo ya habían empezado a ron­dar la mujer del viejo, madre del Cabezón, y una hermana del Cabezón, que querían saber qué carajo queríamos de­cirle nosotros al viejo en esa reunión, porque medio que ya se sospechaban que nosotros no íbamos para nada bueno. En resumen que el viejo nos dijo que no, que ni loco, que ni siquiera sabía si iba apoder resistir la tensión de saber que se jugaba el partido, aun sin escucharlo. Porque el vie­jo los diarios los leía, tan boludo no era, y sabía cómo ve­nía la mano, cómo era la cosa, cómo formaban los equipos, suplentes, historial, antecedentes, chaquetillas, color, todo. Nos dijo más. "Ese día —nos dijo— bien temprano, antes de que empiecen a pasar los camiones y los ómnibus con la gente yendo para Buenos Aires, yo me voy a la quinta de un hermano mío que vive en Villa Diego". No quería escu­char ni los bocinazos el viejo. "Me voy tempranito a lo de mi hermano, que a mi hermano le importa un sorete el fút­bol, y me paso el día ahí, sin escuchar radio ni nada". Por­que el viejo decía y tenía razón, que si se quedaba en la ca­sa, por más que se encerrara en un ropero, algo iba a oír, algún grito, algún gol, alguna cosa iba a oír, pobre desgra­ciado, y se iba a quedar ahí mismo seco en el lugar. Así que se iba a ir a radicar en la quinta de ese hermano que tenía, para borrarse del asunto.
Muy bien, muy bien. Te digo que salimos de allí he­chos bosta porque veíamos que la cosa venía muy mal. Casi era ya un dato seguro como para decir que éramos bo­leta. Para colmo, al Valija, el día anterior le había caído una tía del campo y él se acordaba que, en un partido que perdimos con San Lorenzo, esa misma tía le había venido el día antes. Era un presagio funesto el de la tía.
Fue cuando decidimos lo del secuestro. Nos fuimos al boliche y esa noche lo charlamos muy seriamente. El Dani decía que no, que era una barbaridad, que el viejo se nos iba a morir en el viaje, o en la cancha, y después se iba a ar­mar un quilombo que íbamos a terminar todos en cana y que, además, eso sería casi un asesinato. Pero al Dani mu­cha bola no le dimos porque ha sido siempre un exagerado y más que un exagerado, medio cagón el Dani. Pero noso­tros estábamos bien decididos y más que nada por una co­sa que dijo el Valija: el viejo estaba diez puntos. Había te­nido un infarto, es cierto. Pero hay miles de tipos que han tenido un infarto y vos los ves caminando tranquilamente por la yeca y sin hacer tanto quilombo como este viejo pe­lotudo, con eso de meterse adentro de un ropero, o no ir a la cancha, o dejar que te rigoree la familia como la esposa y la otra, la hermana del Cabezón. Por otra parte, y vos lo sa­bés, los médicos son unos turros pero unos turros que se ve que lo querían hacer durar al viejo mil años para sacarle guita, hacerle experimentos y chuparle la sangre. Y además, como decía el Miguelito y eso era cierto, vos lo veías al viejo y estaba fenómeno. Con casi sesenta años no te di­go que parecía un pendejo pero andaba lo más bien. Cami­naba, hablaba, se sentaba, qué sé yo, se movía. ¡Chupaba! Porque a nosotros nos convidó con Cinzano y el viejo se mandó su medidita, no te digo un vasazo pero su medidita se mandó. La cosa es que el Miguelito elaboró una teoría que te digo, aún hoy, no me parece descabellada. ¡El vie­jo era un turro, hermano! Un turrazo que especulaba con el fato del bobo para pasarla bien y no laburarla nunca más en la vida de Dios. Con el sover del bobo no ponía el lomo, lo atendían a cuerpo de rey y la tenía a la vieja y a la her­mana del Cabezón pendientes de él viviendo como un bacán, el viejo. Y... ¿de qué se privaba? De algún faso; que no sé si no fasearía escondido; y de no ir a la cancha. Fijate vos, eso era todo. Y vivía como Carolina de Monaco el otario. Bueno, con ese argumento y lo que dijo el Colo­rado se resolvió todo.
El Colorado nos habló de los grandes ideales, de nues­tra misión frente a la sociedad, de nuestro deber frente a las generaciones posteriores, los pendejos. Nos dijo que si ese partido se perdía, miles y miles de pendejos iban a su­frir las consecuencias. Que, para nosotros, y eso era verdad, iba a ser muy duro, pero que nosotros ya estábamos juga­dos, que habíamos tenido lo nuestro y que, de últimas, te­níamos experiencias en malos ratos y fulerías. Pero los pi­bes, los pendejitos de Central, ésos, iban a tener de por vi­da una marca en sus vidas que los iba a marcar para siem­pre, como un fierro caliente. Que las cargadas que iban a recibir esos pibes, esas criaturas, en la escuela, los iban a destrozar, les iban a pudrir el bocho para siempre, iban a ser una o dos generaciones de tipos hechos bolsa, disminuidos ante los leprosos, temerosos de salir a la calle o mostrarse en público. Y eso es verdad, hermano, porque yo me acuerdo lo que eran las cargadas en la escuela primaria, sobre todo.
Yo me acuerdo cuando perdimos cinco a tres con la lepra en el Parque después de ir ganando dos a cero, cuando se vendió el Colorado Bertoldi, que todavía se estará gas­tando la guita, y te juro que yo por una semana no me pu­de levantar de la cama porque no me atrevía a ir a la escue­la para no bancarme la cargada de los lepra. Los pibes son muy hijos de puta para la cargada, son muy crueles. ¿No viste cómo descuartizan bichos, que agarran una langosta y le sacan todas las patas? Son unos hijos de puta los pibes en ese sentido. Y lo que decía el Colorado era verdad. Aho­ra todo el mundo habla de la deuda externa, y bueno, her­mano, eso era algo así como lo de la deuda externa, que por la cagada de cuatro reverendos hijos de puta que empe­ñaron el país, la tenemos que pagar todos y los hijos y los hijos de nuestros hijos. Y si estaba en nosotros hacer algo para que eso no pasara, había que hacerlo, mi querido. Además, como decía el Colorado, ya no era el problema de la cargada de los pendejos ñubelistas, está también el fato del exitismo. Los pibes ven que gana un equipo y se hacen hinchas de ese equipo, son así, casquivanos. Son hinchas del campeón. Entonces, ponele que hubiese ganado Ñubel y... ¡a la mierda!... de ahí en más todos los pibes se hacían de Ñubel, ponele la firma. Y no te vale de nada llevarlos a la cancha, conversarlos, hablarles del Gitano Juárez o el Flaco Menotti, ni comprarles la camiseta de Central ape­nas nacen. No te vale de nada. Los pendejos ven que sale River campeón y son de River. Son así. Y en ese momen­to no era como ahora que, mal que mal, vos los llevás al Gigante y los pibes se caen de culo. Entonces, cuando van al chiquero del Parque, por mejor equipo que pueda tener Ñul, los pibes piensan "Yo no puedo ser hincha de esta vi­lla miseria" y se hacen de Central. Porque todo entra por los ojos y vos ves que ahora los pibes por ahí ni siquiera han visto jugar a Central o a Ñul y ya se hacen hinchas de Central por el estadio. Es otra época, los pendejos son más materialistas, yo no sé si es la televisión o qué, pero la cosa es que se van de boca con los edificios.
Entonces la cosa estaba clara, había que secuestrar al viejo Casale, o si no aguantarse que quince, veinte años des­pués, hoy por ejemplo, la ciudad estuviese llena de lepro­sos nacidos después de ese partido, y esto hoy ¿sabés lo que sería? Beirut sería un poroto al lado de esto, hermano, te juro.
El que organizó la "Operación Eichmann", como la llamamos, fue el Colorado. La llamamos así por ese general alemán, el torturador, que se chorearon de acá una vez los judíos ¿viste? y lo nuestro era más o menos lo mismo. El Colorado es un tipo muy cerebral, que le carbura muy bien el bocho y él organizó todo. El Colorado ya no estaba para ese entonces en la O.C.A.L.. La O.C.A.L., no sé si sabés, es una organización de acá, de Rosario, que se llama así porque son iniciales, O.C.A.L. "Organización Canalla Anti Lepra". Son un grupo de ñatos como el Ku-KIux-Klan, más o menos, que se reúnen en reuniones secretas y no sé si no van con capucha y todo a las reuniones, o si queman algún leproso vivo en cada reunión. Mirá, yo no sé si es requisito indispensable ser hincha de Central, pero seguro seguro, lo que tenés que hacer es odiar a los lepra. Tenés que odiar más a los lepra que lo que querés a Central.
Hacen reuniones, escriben el libro de actas, piensan maldades contra los lepra, festejan fechas patrias de parti­dos que les hemos ganado, tienen himnos, son como esos tipos, los masones esos, que nadie sabe quiénes son. An­dan con antorchas. Bueno, de la O.C.A.L., de la O.C.A.L. al Colorado lo echaron por fanático, con eso te digo todo. Pero es un bocho el Colorado y él fue el que organizó todo el operativo.
Y te la cuento porque es linda, te la cuento porque es linda, no sé si un día de estos no aparece en el "Seleccio­nes" y todo. Averiguamos qué ómnibus iba para Villa Die­go, adonde tenía la quinta el hermano del viejo Casale. Desde donde vivía el viejo, ahí por San Juan al mil cuatro­cientos, lo único que lo dejaba en ese entonces, si mal no recuerdo, era el 305 que pasaba por la calle San Luis. O sea que el viejo tenía que tomarlo en San Luis-Paraguay o San Luis-Corrientes, no más allá de eso a menos que fuera muy pelotudo y lo fuera a tomar a Bulevar Oroño que no sé para qué mierda iba a hacer eso. Ahora, la duda era si el viejo se iba a ir en ómnibus o en au­to, porque si se iba en auto nos recagaba, pero nos ju­gábamos a que se iba a ir en ómnibus porque auto no tenía y seguro que el hermano tampoco tenía porque de­bía ser un muerto de hambre como él, seguramente. Y te digo que la cosa venía perfecta, porque el viejo nos había dicho que iba a salir bien temprano para no infartarse con las bocinas o sea que nosotros podíamos combinarlo con el horario de salida nuestra para el partido. Porque también nos cagaba si salía a la una de la tarde para Villa Diego por­que después ¿cómo llegábamos nosotros a Buenos Aires para la hora del partido con el quilombo que era la ruta y en un ómnibus de línea? Lo más probable es que nos hi­ciéramos pelota en el camino por ir a los pedos. Y por otra parte, hermano, Villa Diego queda saliendo para Buenos Aires o sea que la cosa estaba clavada, era posta posta.
Después hubo que hablar con los otros muchachos, porque convencer al Rulo no nos costó nada, a él le daba lo mismo y, además, le contamos los entretelones del asun­to. Te digo que el Colorado manejó la cosa como un capo, un maestro. El asunto era así, el Rulo es un fana amigo de Central que tiene un par de ómnibus, está muy bien el Rulo. Y en esa época tenía un par de coches en la línea 305. Fue un ojete así de grande, porque si no teníamos que conseguir otro coche, cambiarle el color, pintarlo, qué sé yo, ponerle el número, un laburo bárbaro. Pero el Rulo tenía dos 305 y con uno de ésos ya tenía pensado pirarse para el Monumental el día del partido y más bien que se llevaba como mil monos que también iban para allá. Lo sacaba de servicio y que se fueran todos a la reputísima madre que los parió, no iba a perderse el partido ese.
Entonces, el Rulo, con los monos arriba y nosotros, tenía que estar con el ómnibus preparado, el motor en marcha, por España, estacionado. Y el Miguelito se ponía de guardia, tomando un café, justo en un boliche de ahí cerca desde donde veían la puerta de la casa del viejo Ca­sale. Creo que a las cinco, nomás, de la matina, ya estaba el Miguelito apostado en el boliche haciéndose el boludo y junando para la casa del viejo. Te juro que ni los tupamaros hubieran hecho un operativo como ése, hermano. Fue una maravilla.
Apenas vio que salía el viejo con una canastita donde seguro se llevaba algún matambre casero, algo de eso, el po­bre viejo, el Miguelito cazó una Vespa que tenía en ese en­tonces, dio la vuelta a la manzana y nos avisó. Cargó la mo­to en el ómnibus, en la parte de atrás, detrás de los últimos asientos y nos pusimos en marcha.
Ya les habíamos dicho a tres o cuatro pendejos, de esos quilomberos de la barra, que se hicieran bien los sotas, que no dijeran ni media palabra y se hicieran los que apoliyaban. Nosotros también, para que no nos reconociera el vie­jo, estábamos en los asientos traseros, haciéndonos los dor­midos, incluso con la cara tapada con algún pulóver, como si nos jodiera la luz, o con algún piloto.
Te digo que el día había amanecido frío y lluvioso, co­mo la otra fecha patria, el 25 de Mayo. Además, el quilom­bo había sido guardar y esconder todas las banderas, las cornetas, las bolsas con papelitos, los termos, todo eso. Uno de los muchachos llevaba una bandera de la gran puta que medía 52 metros ¡52 metros, loco! Media cuadra de bandera que decía "Empalme Graneros presente" y tu­vimos que meterla debajo de un asiento para que el viejardo no la vichara.
La cosa es que el viejo subió medio dormido y se sen­tó en uno de los asientos de adelante que ya habíamos de­jado libre a propósito para que no viera mucho del ómni­bus. Rulo le cobró boleto y todo. Y nadie se hablaba como si no nos conociéramos. Y como el ómnibus iba haciendo el recorrido normal, el viejo iba lo más piola, mirando por la ventanilla. La cuestión es que llegamos a Villa Diego y el viejo tranquilo. Cada tanto, cuando nos pasaba algún auto con banderas en el techo, tocando bocina, el viejo miraba a los que tenía cerca y movía la cabeza como diciendo "¡Mirá vos!".
Se ve que tenía unas ganas de hablar pero nadie quería darle mucha bola para no pisarse en una de ésas. Así que nos hacíamos todos los dormidos. Parecía que habían ti­rado un gas adentro de ese ómnibus hermano. Como cuan­do se muere algún ñato ¿viste? que se queda a apoliyar en el auto con el motor prendido y lo hace cagar el monóxido de carbono, creo. Bueno, así parecía que a nosotros nos había agarrado el monóxido de carbono. Pero, cuando lle­gamos a Villa Diego, por ahí el viejo se levanta y le dice al Rulo "En la esquina, jefe". Y yo no sé qué le dijo el Rulo, algo de que ahí no se podía parar, que estaba cerrado el tráfico, que había que seguir un poco más adelante y el vie­jo se la comió, pero se quedó paradito al lado de la puerta. Al rato, por supuesto, de nuevo el viejo, "En la esquina". Ahí ya el Rulo nos miró, porque se le habían acabado los versos. Y ahí, hermano... ¡vos no sabés lo que fue eso! Fue como si nos hubiésemos puesto todos de acuerdo y te juro que ni siquiera lo habíamos hablado. Empezaron los muchachos a desplegar las banderas, a sacar las cornetas y las banderas por la ventana, y a los gritos, hermano, "¡Soy canalla, soy canalla!" por las ventanas.
Pero no para el lado del viejo, el pobre viejo, que la ca­ra que puso no te la puedo describir con palabras, sino para afuera, porque los grones, con lo quilomberos que son, se habían ido aguantando hasta ahí sin gritar ni armar qui­lombo para no deschavarse con el viejo, pero cuando llegó el momento agarraron las banderas, empezaron a sacar los brazos y golpear las chapas del costado del ómnibus y tam­bién el Rulo empezó a seguir el ritmo con la bocina.
¿Viste esas películas de cowboy, cuando los choros van a asaltar una carreta donde parece que no hay nadie, o que la maneja nada más que un par de jovatos y de golpe se abren los costados y aparecen 17.000 soldados que los cagan a tiros? ¿Que levantan la lona y estaban todos aden­tro haciéndose los sotas? Bueno, ese ómnibus debió ser al­go así. De golpe se transformó en un quilombo, un escándalo, una de gritos, de bocinazos, cornetas, una joda. ¡Y la gente al lado de la ruta! Porque desde la madrugada ya había gente a los costados de la ruta esperando que pasaran las caravanas de hinchas. Era para llorar, eso, conmovedor, te saludaban, gritaban, levantaban los puños, por ahí al­gún lepra, a las perdidas, te tiraba un cascotazo... Pero vuelvo al viejo, el viejo, no sabés la caripela que puso. Por­que nosotros lo estábamos mirando porque decíamos: éste es el momento crucial. Ahí el viejo o cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, o salía adelante. El viejo mi­raba para atrás, a todos los monos que saltaban y cantaban y no lo podía creer. Se volvió a sentar y creo que hasta San Nicolás no volvió a articular palabra. Te digo que el Rábano, el hijo de la Nancy ya se había ofrecido a hacerle respiración boca a boca llegado el caso, que era algo a lo que todos, mal que mal, le habíamos esquivado el bulto porque, qué sé yo, te da un poco de asco, además con un viejo.
Pero mirá, te la hago corta. Mirá, cuando el viejo ya vio que no había arreglo, que no había posibilidad de que lo dejáramos bajar del ómnibus, se entregó, pero se entregó entregó. Porque, al principio, nosotros nos acercamos y nos reputeó, nos dijo que éramos unos irresponsables, unos asesinos, que no teníamos conciencia, que era una vergüen­za, qué sé yo todo lo que nos dijo. Pero después, cuando nosotros le dijimos que él estaba perfecto, que estaba he­cho un toro, que si se había bancado la sorpresa del ómni­bus quería decir que ese cuore se podía bancar cualquier cosa, empezó a tranquilizarse. El Colorado llegó a decirle que todo era una maniobra nuestra para demostrarle que él estaba perfectamente sano y que incluso el médico es­taba implicado en la cosa.
Mirá hermano, y créeme porque es la pura verdad ¿qué intención puedo tener en mentirte, hoy por hoy? mucho antes ya de entrar en Buenos Aires ese viejo era el más fe­liz de los mortales, te lo digo yo y te lo juro por la salud de mis hijos. El viejo cantaba, puteaba, chupaba mate, comía facturas, gritaba por la ventana y a la cancha se bajó envuelto en una bandera. No había, en la hinchada, un tipo más feliz que él. Vino con nosotros a la popu y se bancó toda la espera del partido, que fue más larga que la puta que lo parió y después se bancó el partido. Estaba verde, eso sí, y había momentos en que parecía que vos lo pinchabas con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo lo relojeaba a cada momento. Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué, porque fue tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abra­zos y los desmayos y esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo vi abrazado a un grandote en musculosa casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me dije: si éste no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal. Y después ni me acordé más del viejo, que lo que alambra­mos, lo que cortamos clavos, los fierros que cortamos con el upite, hermano, ni te la cuento. Eso no se puede relatar, hermano, porque rezábamos, nos dábamos vueltas, había gente que se sentaba entre todo ese quilombo porque no quería ni mirar. Porque nos cagaron a pelotazos, ya el segundo tiempo era una cosa que la tenían siempre ellos y ¿sabés qué era lo fulero, lo terrible? ¡Qué si nos empata­ban nos ganaban, hermano, porque ésa es la justa! ¡Nos ganaban esos hijos de puta! ¡Nos empataban, íbamos a un suplementario y ahí nos iban a hacer refusilar el orto porque estaban más enteros y se venían como un malón los guachos! ¡Qué manera de alambrar! Decí que ese día, Dios querido, yo no sé que tenía el flaco Menutti que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompía a pedazos en cada centro. Le sacó un cabezazo de pique al suelo a Silva que lo vimos todos adentro, her­mano, que era para ir todos en procesión y besarle el culo al flaco ése ¡qué pelota le sacó a Silva! Ahí nos infartamos todos, faltaban cinco minutos y si nos empataban, te repi­to, éramos boleta en el suplementario. Me acuerdo que mi­ro para atrás y lo veo al viejo, blanco, pálido, con los ojos desencajados, pobrecito, pero vivo.
Y ahora yo te digo, te digo y me gustaría que me con­testen todos esos que ahora dicen que fue una hijaputez lo que hicimos con el viejo Casale ese día. Me gustaría que alguno de esos turritos me contestara si alguno de ellos lo vio como lo vi yo al viejo Casale cuando el referí dio por terminado el partido, hermano. Que alguno me diga si, de puta casualidad, lo vio al viejo Casale como lo vi yo cuando el referí dio por terminado el partido y la cancha era un infierno que no se puede describir en palabras. Te digo que me gustaría que alguien me diga si alguien lo vio como lo vi yo. ¡La cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día más feliz de su vida, pero lejos lejos el día más feliz de su vida, porque te juro que la alegría que te­nía ese viejo era algo impresionante! Y cuando lo vi caer­se al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo, un poco que todos pensamos; "¡Qué importa!" ¡Qué más quería que morir así ese hombre! ¡Esa es la manera de morir para un canalla! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más vale mo­rirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa.



Roberto Fontanarrosa

miércoles, 9 de mayo de 2007

EL DELIRANTE (Hoy Colón)

El otro día me puse a pensar en Cristobal Colón, porque ? no se, nunca se porque pienso lo que pienso, es mas a veces pienso que no se si pienso , pero si eso pienso es porque pienso no?.
La cosa es que el tanito este(porque era tano, asi me dijo Pali Cagnotti) se le cruzó que podía llegar a la india mas rapido y con menos peligro enfilando derecho para el oeste sin costear africa, le meneo el bulto a la reina y la mina re caliente le dio tres barcos y todos los chorros y criminales que tenia encanutados, asi el tipo se mandó nomás, mas alla de que haya parado el huevo(¿uds lo intentaron?) y que dijo que la tierra era redonda(segun Cagnotti esto ya lo sabían todos).
La cosa es que el viaje se hizo largo y estos pibes se empezaron a descontrolar, que el hambre que ya se miraban con mucho mas que cariño, que el Cristoforo este estaba loco y ya no sabían si hablaba en español, italiano o geringoso y ahi aparecio el trastornado este que estaba en el carajo(asi se dice el lugar donde estaba) grito tierra, a lo que Cristoforo, dicen, dijo -Donde- y miraba para atras , pa los costados nunca para adelante, hasta que uno de un coscorron lo giró y lo puso en su lugar.
En definitiva, lo que yo pensé, si santo domingo no hubiera existido y américa tampoco, ¿que hubiera pasado con este Colon? hubiera llegado a Japon? los "tripulantes" se hubieran morfado entre ellos? y si llegaba de pedo a la india (de pedo porque tenia que esquivar todo asia) cuando volvía lo iban a gastar de tal forma que otra que huevo y tierra redonda. Imaginense -Che tanito que carajo me importa si es plana o redonda si hacemos ese viaje lo que menos hacemos es ganar plata, anda Cristobal, anda a ver si dando vuelta por el sur llegamos mas rapido a Inglaterra-.
Esto le quise expresar a Pali a lo que el me contestó con su acostumbrado mal humor -Los hubiera no existen bobo!-
Y bue , a mi que se me da por comentarle las cosas a este tipo.
Saludos como siempre gente.


Sebastian V.

martes, 8 de mayo de 2007

LA MENTIRA , EL FRIO

Hoy, otra vez, siempre otra vez, me enteré de la fabula de la mentira permanente, ese juego irresponsable y delictivo de "tirarse la pelota" y como es de costumbre perpetrado por funcionarios y obviamente gobernantes,paso a contar en el Colegio Mariano Moreno de la Ciudad de Buenos Aires (donde tanbien funciona el profesorado Joaquin V. Gonzalez) la comunidad educativa se encontró con el frio como todos los porteños y con la realidad implacable de la falta absoluta de calefacción, ni una misera estufa, para ser claros, esto viene pasando hace cuatro años, nada nuevo, claro se trata de la educación, encima pública, a quien mas que a los olvidados docentes de siempre, a los alumnos que pretenden crecer en igualdad, en verdad, en justicia, a los no docentes que se esfuerzan para que todos pueden tener los medios para lograr los objetivos, a los padres que se la juegan por esa educación publica les puede importar.
El año pasado quien estaba a cargo de la secretaria de insfraestructura firmo un acta de compromiso hacia la comunidad del Mariano Moreno para solucionar el problema, pues bien, este puesto cambio de dueño, entonces nada de lo firmado tiene validez ¿COMO?!! ES COMO DECIR QUE LA CONSTITUCION NO SIRVE PORQUE LA FIRMARON OTROS NO LOS QUE ESTAN AHORA. Esa fue la respuesta del secretario de insfraestructura de ahora, el cual dice que el ya hizo lo que tenia que hacer, pero vaya a saber porque cuestion la calefaccion sigue sin andar, pero claro como el hizo todo(¿que entenderá por todo este raro funcionario?) no es su responsabilidad,¿será responsabilidad del gran bonete? .
El gran delito no solo es el frio que deben padecer en este colegio, es mas el gran delito es la MENTIRA y sobre todo hacia quienes deben enseñar, deben aprender las consignas necesarias para evitar que ese delito se propague, este delito perpetrado por la secretaria de insfraestructura , la cartera de educación del gobierno de la Ciudad y obviamente por quien apaña estas conductas criminales como el jefe de gobierno actual.
Como dijo el Indio Solari alguna vez VIOLENCIA ES MENTIR.
Aclaro esto no es una cuestion política, han mentido y esa mentira constante ha llegado al punto de no importarles en nada la salud de la comunidad del Mariano Moreno que vieron la gente se enferma ante la intemperie del frio, cosas como neumonia, bronquitis que pueden ser letales según los casos esperemos que no pero porque esperar para denunciar este delito. tal vez la insfraestructura de esta secretaría de este raro secretario este muy ocupada en las rejas verdes que usan para encarcelarnos las belleza para quedar bien con cierta clase de gente que no pasa mucho frio no?
Tambien debo alcarar que yo no tengo ni un familiar en esa comunidad, lo que me une a ellos es el hecho de vivir en la misma ciudad, en el mismo pais y eso es mas que suficiente para mi.
Aprovecho para informar que por iniciativa de los alumnos del Mariano Moreno y con el apoyo de docentes y no docentes(es decir TODOS) mañana (9-5-07) se va a realizar una sentada en Avenida Rivadavia frente al colegio desde las 12:30 hs para reclamar para que esta mentira tenga fin, para que se respete a esta comunidad educativa y para que estos raros funcionarios cumplan con sus obligaciones. OBLIGACIONES!!!! ¿entendieron?.

Pablo Norberto Castro

PALABRA RETRO DEL DIA

CABEZA FRESCA

LETRA- Altas Esperanzas (David Gilmour)

Mas allá del horizonte del lugar donde vivíamos cuando eramos jóvenes
en un mundo de imágenes y milagros
nuestros problemas se perdieron constantemente y sin limites
el sonido de la campana de la división iba a comenzar.
A lo largo del largo camino y bajando la calzada
todavía estábamos satisfechos por el corte.
Había una venda que siguió en nuestros pasos,
corriendo antes de tiempo eliminó nuestros sueños
dejando a las pequeñas criaturas intentando atarnos a la tierra
a una vida consumida por la caída lenta
La hierba era mas verde
la luz mas brillante
con amigos rodeándonos
la noche de maravilla
Mirando mas alla de los arcos de los puentes que brillan detrás nuestro
echando una ojeada , como el verde estaba del otro lado
las etapas anteriores pero volvíamos atrás nuevamente
arrastrados por la fuerza de una cierta marea interna.
En lo mas alto con la bandera levantada
alcanzamos las locas alturas que habíamos soñado en el mundo
embriagados por siempre de deseo y ambición
todavía hay un hambre insatisfecho.
Nuestros ojos cansados se pierden, aun, en el horizonte
aunque bajando por el camino hemos estado tanto tiempo.
La hierba era mas verde
la luz era mas brillante
el gusto era mas dulce
las noches de maravilla
con amigos rodeándonos
el brillo de la niebla amaneciendo
el correr del agua
el rio sin fin
por siempre y siempre


David Gilmour

lunes, 7 de mayo de 2007

EL TEMPLO(Pablo Norberto Castro)

Las puertas abiertas de ese templo olvidado, cerca del desierto de los seres que han deseado no serlos nunca, de los que ha fuerza de olvido hasta han preferido ser olvidados de su olvido mismo, en parte como una sigla que signifique una canción, o un misterio por el cual morir si es que morir es un misterio.
Ella se acercó a una de esas puertas después de haber recorrido esa ruta, que le dijeron la llevaría a un lugar asombroso, quiso saber que era esa majestuosa construcción en medio del camino hacia ese otro lugar, en parte también paró simplemente por cansancio, con ganas de tomar algo para poder seguir, pero no encontró una estación de servicio y ya hacía varios cientos de kilómetros que había salido del hotel.
Ese templo le llamó la atención y pensó que en la sombra de sus paredes, aunque no pudiera mitigar su sed , al menos encontraría un espacio para refugiarse de ese sol extenuante de la ruta.
Las sombras que se asomaban, reflejando las paredes amarillas del templo, le daban ese refresco ansiado, se sintió cómoda, caminó un poco mas , se adentró solo por curiosidad, se dio cuenta que estaba en un clima que nunca había sentido, era un cierto confort que no se podía explicar, solamente vivir.
A ella no le importaba porque, ni la historia ni las causas o consecuencias por la cual ese lugar existía de esa forma y no de otra, era nada mas que el hecho del descanso para luego encarar la ruta nuevamente, para llegar a ese lugar preciado.
Cuando caminó cerca de cincuenta metros se encontró con un salón inmenso desde el cual salían cuatro caminos, que desde el lugar donde ese encontraba, eran muy oscuros, fue hasta el centro de ese salón y vio una suerte de cuadrado marcado en el piso, le divirtió la situación , era como un juego, se paró en el centro de ese cuadrado y empezó a cantar una canción infantil en la que al final debía tomar una opción, se le antojó que la opción iba a ser alguno de los caminos que salían del salón.
Cuando terminó la canción y el final le marcó la dirección del camino se dirigió hacia el graciosamente, era como una niña otra vez.
Una vez en ese camino la oscuridad se fue atenuando con una luz celeste que emergía de los costados , de las paredes que marcaban el sendero, fueron pocos los pasos que caminó cuando escuchó los gemidos constantes de lo que parecía ser un animal, quiso saber que era y apuró el paso, allí vió que el camino la llevaba a otro salón y cuando casi llegaba a él sintio una explosión , escuchó como se derrumbaba una pared y de pronto todo se silenció , no sabía que hacer y corrió hacia ese espacio al que la llevaba el camino, se sorprendió cuando solo vio las cuatro paredes y nada mas, no había ningún tipo de salida, y tampoco había nadie gimiendo y ninguna pared derruida, no había efectos consecuentes de la explosión, entonces supuso que eso había pasado en el lugar desde donde había partido, sabía que debía volver, aunque le daba temor , pero era la unica forma de salir.
Se dirigió hacia allí y de pronto una voz paternal la invitó a acariciar la pared de la izquierda, se dejó llevar, ya no puso reparos desde su mente, apoyó su mano sobre esa pared y sintió como en su cuerpo se esparcía cierto aroma a comidas caseras y a vino tinto en exceso, le produjo rechazo y ansiedad, necesitó abrazar a alguien necesitó y no tuvo forma , no había mas que una pared, de repente el aroma desapareció y la voz también , se había olvidado ya de la explosión y del gemido, simplemente volvió al camino para retornar al salón principal.
Las luces celestes ya no estaban y tanteando fue hasta que la luz del salón principal le dio una guía para volver.
Por alguna razón no se podía concentrar en lo que había pasado, aun sentia cierto sesgo de niñez en ese juego, pero con una inocencia diferente o tal vez con otro sentimiento que ya no era inocencia pero tampoco era culpa.
Cuando llegó al salón de los cuatro caminos ya no pensaba en la ruta ni en ese lugar preciado, le tentó la alternativa de ingresar en otro de esos oscuros senderos.
No sabía como elegir cual, no se le ocurrió lo del juego, no confió en el azar esta vez, decidió simplemente por el mas cercano según su ubicación.
Empezó a caminar por esa suerte de tunel, no le sorprendio que la oscuridad se fuera disipando con unas suaves luces, esta vez amarillas y verdes entre mezcladas, esperó sentir algún sonido, que la sorprenda, pero llego al final del camino y ese final era una pared con palabras, con símbolos con ojos dibujados que no la miraban como ella hubiera querido como ella estaba suplicando que la miraran, como alguna vez suplicó que la miraran , sintio el inconfundible aroma del sudor en su cuerpo, el sudor del sexo, pero nada mas que el sudor, ni la pasión ni el deseo, nuevamente esto le produjo rechazo y ansiedad, allí necesitó besar a alguien necesito y no tuvo forma, no había mas que una pared, asi como antes, el aroma desapareció pero los ojos distraídos seguían mirando hacia otra parte y no la miraron a ella cuando decidió volver al salón principal.
Una vez en ese salón, ella solo pensaba, ansiaba ingresar en alguno de los dos caminos que faltaban, no porque le haya gustado la sensación que le causaba lo que pasaba ahí pero sentía la necesidad irrefrenable de encontrar una respuesta, algo que nunca había buscado en su vida, en ninguna otra parte.
Quedaban esos caminos y decidió que el azar jugara esta vez, tiró una moneda, salió ceca, entonces se dirigió al mas lejano , ya no habia inocencia ni culpa , ya no había juego ni niñez, ya no sabía ella lo que había.
En el tunel sintió como se asomaban las luces nuevamente , pero no eran suaves eran estridentes, rojas, cegaban pero no importaba total solo debía seguir el camino, sintió una suerte de música muy fuerte de guitarras distorsionadas, se sintió comoda y corrió desenfrenadamente hacia el final de ese sendero, allí la esperaban dos paredes que se unían graciosamente formando un angulo , se sentó en le vértice y miro hacia arriba, el techo descolorido le produjo vertigo, le pareció que se le venía encima pero despacio, como una suerte de ahogo premeditado, quiso correr y alguien le reclamó algo, no pudo escuchar que , esa misma voz empezó a acusarla a culparla pero ella, si bien entendía cada palabra que esa voz le decía automáticamente se olvidaba de lo que había escuchado, por lo que era una sucesión de gritos acusadores con sentido y sin sentido, con razón y sin razón, hasta que llego el silencio y se vio acobardada temiendo salir temiendo quedarse.
Se fue por fin hacia el salón principal, pero ya sin mucho sentido de la orientación solo caminó hacia la luz, lo único que tenía claro era que de alguna forma ya no tenía conciencia de lo que hacía de lo haría de lo que alguna vez había hecho.
No esperó para adentrarse en el último tunel , no miró siquiera, solo se dirigió hacia allí y decidida entró, se sorprendió porque no hubo luces ni siquiera camino solo dos escalones y un precipicio, allí no hubo ninguna voz , no había ningún par de ojos que no la miraran , no había aromas de ningún tipo, tampoco sintió necesidades , simplemente una brisa sin sentido y la decisión de bajar el otro escalón , el escalón que no existía.
Ella lo hizo, detrás de ella el templo se derrumbó y con el los gemidos, las explosiones, los ojos, los aromas y las necesidades, algo así como un templo que no existió.


Pablo Norberto Castro

CUERPO DE MUJER (Pablo Neruda)

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos
blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Fuí solo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en
mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de,leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.


Pablo Neruda

EL QUE SIEMPRE DA LA RAZON(Roberto Arlt)

Hay un tipo de hombre que no tiene color definido, siempre le da a usted la razón, siempre sonríe, siempre está dispuesto a condoler­se con su dolor y a sonreír con su alegría, y ni por broma contradice a nadie, ni tampoco habla mal de sus prójimos, y todos son buenos pa­ra él, y, aunque se le diga en la propia cara: "¡Usted es un hipócri­ta!" es imposible hacerle abandonar su estudiada posición de ecuani­midad.
Incluso cuando habla parece llenarse de satisfacción, y da palmadi­tas en las espaldas de los que escuchan como si quisiera hacerse perdonar la alegría con que los agasaja.
Esta efigie de hombre me produce una sensación de monstruo gelati­noso, enorme, con más profundidades que el mismo mar.
No por lo que dice, sino por lo que oculta.
Obsérvelo.
Siempre busca algo con que halagar la vanidad de sus prójimos. Es especialista en descubrir debilidades, no para vituperarlas o corregirlas, sino para elogiarlas y echarles aceite como a la ensalada.
Es usted haragán. Pues el tipo le dirá:
-¡Qué macanudo "fiacún" es usted! Lo envidio, Jefe...
En cambio, usted tiene la pretensión de ser buen mozo. El fulano lo encuentra, y, parándolo, le pone las dos manos en las coyunturas de los brazos, lo mira dulcemente y exclama:
-¡Qué elegante está usted hoy! ¡Qué bien! ¿Dónde compró esa mag­nífica corbata? Hombre dichoso.
Usted camina preocupado de encontrarse enfermo. Mi monstruo lo­caliza su obsesión y exclama, casi indignado:
-¿Enfermo usted? No chacotee. ¡Qué va a estar enfermo! Enfermo estoy yo.
E ipso facto desembucha tal colección de enfermedades, que usted casi lo mira con terror... y contento de hallarse doliente de una sola en­fermedad.
Se me dirá: "Son características de individuo enfermo, débil".
Más que hombre mi individuo es una enredadera, lenta, inexorable, avanzadora. Puede cortarle todos los retoños que quiera, puede ofender a esta enredadera, del mejor modo que le dé la gana. Es inútil. El mons­truo no reaccionará.
Crece con lentitud aterradora. Clava las raíces y crece. Inútil que el medio le sea adverso, que nadie quiera ayudarlo, que lo desprecien, que le den a entender que lo peor puede esperarse de él. Tiempo perdido. La enredadera, a cambio de injurias, le devolverá flores, perfume, caricias. Usted lo despreció y él se detendrá un día asombrado ante usted, excla­mando:
-¿Quién es su sastre? ¡Qué magnífico traje le ha cortado! Sinver­güenza, no hay derecho a ser tan elegante.
Usted dice un mal chiste; el hombre se ríe, lo "lomea" y después de ser casi víctima de una congestión por exceso de risa, dice:
-¡Qué gracioso es usted!... ¡Qué bárbaro!...
Y nuevamente vuelve a ser víctima de un ataque de risa, que le sube desde el vientre hasta la nuca.
Está bien con todos. Algunos lo desprecian, otros lo compadecen, rarísimos lo estiman, y a la mayoría le es indiferente. El, más que nadie, tiene perfecto conocimiento de la repulsión interna que suscita, y avanza
con más precauciones que una araña sobre la red que extrae de su estó­mago.
Está bien con todos. Puede usted comunicarle un secreto, en la segu­ridad que él lo embuchará más celosamente que una caja de hierro.
Puede usted hacerle una barrabasada. Antes de que tenga tiempo de disculparse, él le dirá:
-Comprendo. Olvidemos. Somos hombres. Todos fallamos. ¡Ja, ja! ¡Qué rico tipo!
Imperceptiblemente sus gajos van prendiendo. Enroscándose a las defensas fijas. No es necesario verle a él, para comprender dónde se en­cuentra. Más aceitoso que una biela, se corre de un punto a otro con tal eficacia de elasticidad, que allí donde haya alguien a quien festejar o adular allí tropezaréis con su sonrisa amplia, ojos encandilados y sonrientes, y manos beatíficamente cruzadas sobre el pecho.
No le sorprenderán en ninguna contradicción; salvo las contradic­ciones inteligentes en que él mismo incurre para darle razón a su adversa­rio y dejarlo más satisfecho de su poder intelectual.
Otros se quejan. Hablan mal de la gente, del destino, de los jefes, de los amigos. El, de la única persona de quien habla mal es de sí mismo. Los demás, para los demás, exuda no sé de qué zona de su cuerpo tal extensión de aceite, que en cuanto alguien encrespa una palabra él ahoga la tempestad del vaso de agua con un barril de grasa.
Dije que este hombre era un monstruo, y que me infundía terror, terror físico, igual que una pesadilla, porque adivinaba en él más profun­didades que las que tiene el mar.
Efectivamente: ¿se lo imaginan ustedes a este bicharraco enojado? ¿O tramando una venganza?
"La procesión va por dentro." Exteriormente sonríe como un ídolo chino, eternamente.
¿Qué es lo que desenvuelve dentro de él? ¿Qué tormentas? No me lo imagino... puede estar usted seguro que en la soledad, en ese semblante que siempre sonríe, debe dibujarse una tal fealdad taciturna, que al mismo diablo se le pondrá la piel fría y mirará con prevención a su esper­pento sobre la tierra: el hipócrita.


Roberto Arlt

ALGO DE FUTBOL

Digamos que a mi me gusta el futbol mas que comer provoleta(que me encanta) voy a la cancha a ver a mi equipo con el fanatismo propio de quien se crió mamando los colores de su club, me desespera y lo vivo en la popular con ansiedad, ansiedad increíble para aquellos que no les gusta el fobal, y estoy cansado, estoy cansado de este negocio perpetrado por la revista deportiva olé y algun que otro programa de televisión, tipo el aguante y otros mas, el negocio de ver quien es mas grande, quien lleva mas gente, quien tiene mas aguante, quien se la banca, quien es mas original en el insulto, en la humillación al otro, como si a los que sufrimos porque nuestro equipo pierde el amistoso mas intrascendente nos importara algo la leyenda de la banderita.SEÑORES DE LA BANDERA, YO NO VOY A VER SUS ORIGINALIDADES, USTEDES NO HACEN GOLES!!!! NUNCA GANARON UN CAMPEONATO!!!!.
Además esta claro el negocio, esos "dirigentes" que le dan las entradas a las "barras bravas", que no son mas que meros comerciantes y sus peleas tienen que ver con el poder económico de sus ingresos, no son mas que ladrones que pagan con nuestro dinero(los que aportamos como socios y los que no son socios y pagan entrada ) la vida de estos empresarios de la tribuna ,¿ no esta claro que los lideres de esas banditas andan en autos importados y viven como reyes? ¿no ven los pibes que los siguen y se cagan matando que ellos nunca tiraron una trompada? ¿no ven esos pibes que son empleados, mano de obra gratuita para estos turros? ¿ o quien lleva las banderas , quien se desangra en las peleas, quien se tritura la cabeza con el paco?.
Esta parodia llego al punto que muchos pibes estan esperando mas la entrada de "la hinchada" que la de los jugadores, esta parodia que festejan un insulto y ni se dan cuenta que el equipo hizo un gol, esta parodia que es mas importante ver si son mas o menos que si se sale campeon.
EL AGUANTE ES IR A TODAS LAS CANCHAS AUN CUANDO TE ESTAS YENDO AL DESCENSO AUN CON FRIO LLUVIA SOL O LO QUE HAYA, EL AGUANTE NO ES TU BANDERA PIBE , ES SENTIRSE ORGULLOSO DE QUE TU CLUB SALIO CAMPEON Y LEVANTAR LOS LADRILLOS QUE SEAN NECESARIOS PARA REPONERSE DE LAS CAIDAS.
Por eso nunca voy a dejar de ir a la cancha porque como dice el cantito"pasan los años, pasan los jugadores..." sabés que? ustedes los barritas tambien pasan y mucho mas rápido que los jugadores y dirigentes, los que quedamos somos nosotros, los de siempre, esos como "el hincha" de Discepolín.


Pali Cagnotti

FELIZ CUMPLEAÑOS COMPAÑERA


FELIZ CUMPLEAÑOS COMPAÑERA